martes, 17 de noviembre de 2009

La gran tarea.

Todo ocurrió en una cálida noche de primavera.

Me encontraba durmiendo en mi habitación, después de un largo día de trabajo, cuando súbitamente el cuarto se llenó de luz, y el Salvador se presentó ante mí.

El dijo que tenía una gran tarea que encomendarme y me mostró una gran roca.

Enseguida me explicó que mi tarea consistía en empujar contra la roca con todas mis fuerzas.

Eso fue lo que hice. Por muchos días me esforcé de sol a sol, mi hombro firmemente apoyado contra la fría y maciza superficie de la roca, empujando con todas mis fuerzas, y cada noche retornaba a mi cuarto en el mismo estado: cansado, agotado, deprimido, sintiendo que el día había sido gastado en vano.

Viendo que comenzaba a mostrar señales de decepción, Satanás decidió entrar en escena, poniendo en mi mente pensamientos tales como: "Por qué te torturas de esa manera?" o "Hey!, hace milenios que empujas esa roca y... ¡ni siquiera la has movido un milímetro!"

Llegué a convencerme de que mi tarea era imposible, de que era indigno e inservible siervo, porque no podía mover la roca.

Estos pensamientos me descorazonaron y deprimieron aún más, de modo que comencé a menguar en mis esfuerzos pensando: "¿Por qué me castigo de esa manera?" "Daré mi tiempo, y me esforzaré el mínimo. Eso será suficiente."

Eso hice, o al menos, eso planeaba hacer, hasta que decidí llevar mis pesares al Señor.

"Señor", le dije, "He trabajado dura y largamente en tu servicio. He puesto todas mis fuerzas en la tarea que me encomendaste. Sin embargo, después de todo este tiempo...¡No he logrado mover la roca ni siquiera una milésima de milímetro!" "¿Qué está mal?" "¿En qué estoy fallando?"

El Señor respondió:

"Mi hijo..., cuando largo tiempo atrás te pedí que me sirvieras y aceptaste, te encomendé empujar la roca con todas tus fuerzas, y eso has hecho... ¡Pero ni una sola vez mencioné que esperaba que la movieras! Al menos no tú solo."

"Tu tarea era empujar. Y ahora vienes a mí, sin fuerzas, convencido de que has fallado, y listo para abandonar."

"Pero, ¿Fallaste realmente?"

"Mírate, tus brazos fuertes, tu espalda musculosa y tostada por el sol, tus manos encallecidas por la constante presión y tus piernas macizas y firmes"

"A través de la oposición has crecido. Tu habilidad sobrepasa en mucho la que tenías, y a pesar de todo no has movido la roca, y vienes a mí, con el corazón roto en mil pedazos, y tu cuerpo a punto de desfallecer..."

"Mi amado hijo... Yo moveré la roca.

"Tu tarea era ser obediente y empujar. Ejercitar la fe y confiar en mi sabiduría."

"Y eso, mi fiel hijo, eso es lo que has hecho."

"Nunca dije que sería fácil... Solo dije que valdría la pena."

Creo que todos tenemos una roca que empujar, pero no olvidemos que no estamos solos. Siempre hay alguien que está ahí para apoyarnos...

 

jesus solo

1 comentarios:

dondelohabredejado dijo...

Es maravilloso este relato, Ivana. Da fuerzas para seguir empujando nuestra roca. Y sábemos que siempre estará Dios moviéndola si hace falta.
Gracias por compartirlo, comienzo el día con pilas después de haberte leído.
Un fuerte abrazo.

Publicar un comentario

Hola, bienvenido/a! =)

Podés dejar tu comentario siempre y cuando seas respetuoso. Y acordate que porque no entiendas lo que pienso y creo no significa que estoy equivocada. Simplemente pienso/creo diferente, ¡y soy feliz! :D

Gracias! ;)

 

© 2008 - Diseñado por doxs | templates - todos los derechos reservados