Soy de las que guardo papeles, papelitos, anotaciones, citas, todo aquello que me regalan o que me dan en momentos claves, cuando necesito leer algo que me abra la mente y me ayude a entender un poco más mi existencia acá en la tierra.
Revisando una caja con papeles que traje del Hospital Fernández, cuando estuve internada por el accidente, encontré una hoja sin título ni nada, pero que traía varios párrafos donde hablaba sobre la felicidad. Son citas de profetas modernos de la Iglesia; siempre viene bien leer para saber un poco más acerca de nuestro propósito en la tierra.
Así que en las entradas subsiguientes a esta, compartiré esto que llamé:
"Reflexiones sobre la felicidad."
¿Dónde está la felicidad, la verdadera felicidad? En ningún lugar sino en Dios. Al poseer el espíritu de nuestra santa religión somos felices por la mañana, felices al mediodía y felices por la tarde; porque el espíritu del amor y de la unión está en nosotros y nos regocijamos en el espíritu porque es de Dios, y nos regocijamos en Dios porque Él es quién nos da todas las cosas buenas. Todo Santo de los Últimos Días que haya experimentado el amor de Dios en su corazón después de haber recibido el bautismo y la imposición de manos, comprende que en sí mismo abunda el gozo, la felicidad y el consuelo. Podría, si fuese necesario, estar sufriendo, encontrarse en el error, en la pobreza o en la prisión, pero aún así se regocija. Ésta es nuestra experiencia y de ello pueden dar testimonio todos y cada uno de los Santos de los Últimos Días. (DBY, 236.)
¿Cómo se sienten ustedes, Santos de los Últimos Días, cuándo están llenos del poder y del amor de Dios? Se sienten tan felices como sus cuerpos se lo permitan. (MSS, 15:48)
El mundo entero anda en pos de la felicidad. No se encuentra en el oro ni en la plata, sino en la paz y el amor. (DBY, 235.)
¿Qué le causa gozo al hombre? Todo lo que le provoca la paz. (DBY, 235.)
Los habitantes de la tierra se equivocan al pensar que no es lo mejor para ellos tener que obedecer los mandamientos del cielo por temor a que les reduzcan sus comodidades y sus satisfacciones; porque no hay paz verdadera, no existe la felicidad verdadera en nada, tanto en el cielo como en la tierra, excepto para quienes sirvan al Señor. Encontramos el gozo y la felicidad en el servicio que a Él le brindamos, más no lo encontramos en ningún otro lugar. En dicho servicio hay paz y contentamiento, pero aunque su alma esté llena de gozo, de paz y de gloria, y se sienta perfectamente satisfecha con eso, muy poco puede una persona imaginar lo que está reservado para todos los que son fieles. (DNW, 15 de julio, 1857, 4).
[Continuará]