Blog personal donde cuento que soy miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, más conocidos como los mormones. ¡Bienvenidos!
Se invita a participar en la Conferencia General Semestral Nº 184 de la Iglesia, que tendrá lugar en el Centro de Conferencias en Salt Lake City, Utah, el sábado 4 y el domingo 5 de octubre de 2014, con las sesiones generales cada día a las 13:00 y 17:00 hs, hora de Argentina y la reunión general del sacerdocio el sábado 4 de octubre de 2014, a las 21:00 h, hora de Argentina.
Las sesiones se pueden ver en directo en cada Centro de Estaca y online en el siguiente enlace BYU Televisión Internacional:
“Nuestro Salvador volvió a la vida. El acontecimiento más glorioso, reconfortante y tranquilizador de la historia de la humanidad se había llevado a cabo: la victoria sobre la muerte. El dolor y la agonía de Getsemaní y del Calvario se habían borrado; la salvación de la humanidad se había asegurado; la caída de Adán se había resuelto.
“La tumba vacía de esa primera mañana de Pascua era la respuesta a la pregunta de Job: ‘Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?’. A todos los que estén al alcance de mi voz, declaro: si un hombre muriere, volverá a vivir. Lo sabemos, pues tenemos la luz de la verdad revelada…
“Mis queridos hermanos y hermanas, en el momento de nuestro más hondo pesar, nos pueden brindar profunda paz las palabras del ángel en esa primera mañana de Pascua de Resurrección: ‘No está aquí, sino que ha resucitado’”4.
Todos volverán a vivir
“Reímos, lloramos, trabajamos, jugamos, amamos y vivimos; y luego morimos…
“Y permaneceríamos muertos de no ser por un Hombre y Su misión, sí, Jesús de Nazaret…
“Con todo mi corazón y el fervor de mi alma levanto mi voz en testimonio, como testigo especial, y declaro que Dios vive; Jesús es Su Hijo, el Unigénito del Padre en la carne. Él es nuestro Redentor y nuestro Mediador ante el Padre. Fue Él quien murió en la cruz para expiar nuestros pecados. Él fue las primicias de la resurrección y gracias a Su muerte todos volveremos a vivir”5.
Y el cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; y allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en el medio. Juan 19: 17 - 18
Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros. Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aún temes tú a Dios, estando en la misma condenación? Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; más éste ningún mal hizo. Y dijo a Jesús: Acuérdate de mi cuando vengas en tu reino.
Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.S. Lucas 23: 39 - 42.
Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto había un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. Allí, pues por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús. S. Juan 19: 41 - 42
El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. S. Juan 20: 1
Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no se donde le han puesto.
Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; más no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿ A quién buscas? Ella , pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tu lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.
Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella , le dijo: ¡Raboni!(que quiere decir, Maestro).
Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; más ve a mis hermanos, y diles:Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios.
Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas. S. Juan 20: 11 - 18.
Y cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros.
Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor.S. Juan 20: 19 - 20.
Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿porqué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo. Hechos 1: 10 - 11.
"Y Jesús le dijo: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá." S. Juan 11: 25
Gracias al conocimiento del Evangelio que me enseña acerca de la resurrección de Jesucristo pude aceptar la muerte de mi mamá en el accidente.
Debido a que Yo sé que Jesucristo dio su vida para vencer los lazos de la muerte, y que gracias a Su sacrificio cada uno de nosotros recibió por ello la gracia de resucitar, sé, sin ninguna duda en mi mente y ni en mi corazón que vamos a volver a la presencia de Dios, Nuestro Padre Celestial.
Yo sé que Jesucristo vive, que Él nos ama y que dio Su vida por cada uno de nosotros, y que aparte de resucitar, si cumplo con los mandamientos y los principios que Él enseño, voy a poder vivir eternamente junto a mi mamá y a mi familia en los cielos tal cual como somos, como soy ahora, con el mismo cuerpo, pero perfecto, es decir que no voy a tener ni una mínima huella de este accidente en mi cuerpo, ¡¡¡y eso es maravilloso!!!
¡¡¡Felices Pascuas para todos!!!
Les desea Ivana Carina y Damián (Mi hijo, el Retoñor.)
A continuación les dejo un video con uno de mis Himnos favoritos que cantamos los domingos en la iglesia, especialmente el Domingo de Pascuas.
Creo en Cristo; ¡Él es mi Rey! Con todo mi ser lo alabaré. Le doy gozoso mi amor le cantaré con gran loor. Creo en Cristo; Dios lo mandó. Al mundo vino y enseñó. A los enfermos el sanó Y a los muertos levantó.
Creo en Cristo; me da sostén. Nació de María en Belén. Entre los hombres Él moró y del pecado los salvó. Creo en Él; la senda marcó, y el reino del Padre heredó. "Seguidme", Él nos manda ya, a fin de ir do Dios está.
Creo en Cristo, el Creador; lo alabaré con gran fervor. Cimiento firme es Jesús, y fuente de verdad y luz. Creo en Cristo; me salvará de Satanás me librará, y viviré en paz y amor en las mansiones del Señor.
Creo en Cristo, Hijo de Dios. En adversidad oiré Su voz: "El reino te concederé; contigo siempre estaré". Creo en Cristo, mi Salvador; le acompañaré cuando en fulgor a esta tierra vuelva Él para reinar en Israel.
"No sé de una sola práctica que pueda tener un efecto más saludable sobre vuestra vida que la práctica de arrodillaros juntos al empezar y al terminar cada día. De alguna manera, las pequeñas tormentas que aparecen afligir cada matrimonio se disipan cuando, al estar arrodillados ante el Señor, le dais las gracias por vuestro compañero, en su presencia y entonces juntos invocáis sus bendiciones sobre vuestra vida, vuestro hogar, vuestros seres queridos y vuestros sueños.
"Entonces Dios será vuestro socio, y vuestras conversaciones diarias con él traerán paz a vuestro corazón y un gozo a vuestra vida que no puede lograrse de ninguna otra manera. Durante los años vuestro compañerismo se volverá más dulce, vuestro amor será fortalecido; vuestro aprecio mutuo crecerá."
El 6 de abril de 1830, se reunieron en esta cabaña unas sesenta personas para presenciar la organización oficial de la Iglesia de Jesucristo. Las primeras reuniones y conferencias de la incipiente Iglesia se realizaron allí. En la cabaña de Peter Whitmer se recibieron veinte de las revelaciones de Doctrina y Convenios.
José había esperado desde que recibió la primera visión en la arboleda de Palmyra, el día en que se pudiera efectuar una organización definitiva de las personas creyentes en la restauración del evangelio en estos últimos días. Ahora tenía la autoridad necesaria y un grupo de individuos capacitados para ser miembros.
Nuevamente oró al Señor y recibió una contestación aleccionadora con respecto al establecimiento de la Iglesia. Esta revelación fue recibida en junio de 1829, en uno de los cuartos de la casa del padre de la familia Whitmer en Fayette, Nueva York. Posteriormente, en contestación a otras oraciones, el Señor reveló otros asuntos concernientes a la organización y declaró que la fecha exacta para organizar la Iglesia sería el 6 de abril de 1830.
Durante el intervalo de junio de 1829 al 6 de abril de 1830, se efectuaron otros bautismos y se llevaron a cabo otras reuniones en las casas de algunos amigos, donde se discutía la restauración del evangelio. En la fecha designada, el 6 de abril de 1830, José Smith, Oliver Cowdery y miembros de las familias Smith y Whitmer, se reunieron en la casa de Peter Whitmer, padre, en Fayette, Condado de Séneca, Nueva York. Después de haber cantado himnos, fueron leídas las revelaciones concernientes a la organización de la Iglesia a las personas allí reunidas. Estas revelaciones establecen el orden del sacerdocio y los deberes de los oficiales de la Iglesia. La organización íntegra de la Iglesia actual está basada en ese modelo.
"Obedeciendo mandamientos anteriores, el profeta José Smith llamó a las personas presentes para saber si lo aceptaban a él y a Oliver Cowdery como sus maestros en las cosas del reino de Dios; y si los hermanos presentes estaban de acuerdo en aceptarlos, entonces procederían a organizar la Iglesia según los mandamientos del Señor. Todos quedaron conformes por medio de una votación unánime. José Smith entonces ordenó a Oliver Cowdery al oficio de élder en la Iglesia de Jesucristo, después de lo cual Oliver Cowdery ordenó a José Smith al mismo sacerdocio en la Iglesia. El sacramento fue administrado y las personas que habían sido bautizadas fueron confirmadas miembros de la Iglesia, recibiendo así el Espíritu Santo por la imposición de manos. Algunos de los presentes gozaron del don de profecía y todos se regocijaron excesivamente.
Los artículos sobre la incorporación de la Iglesia de Jesucristo como cuerpo religioso, se habían escrito previamente de conformidad con las leyes del Estado de Nueva York. Como la ley del estado requería seis signatarios para atestar con sus firmas este documento, las primeras seis personas bautizadas en la Iglesia sirvieron para ese fin. Estas personas firmaron en el orden en que fueron bautizadas: Oliver Cowdery, José Smith hijo, Samuel H. Smith, Hyrum Smith, David Whitmer y Peter Whitmer hijo. Aun cuando fueron seis personas las que firmaron el documento, por lo menos nueve personas participaron en la organización de la Iglesia.
De esta manera fue organizada la Iglesia ahora conocida como La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. El sacerdocio había sido restaurado con anterioridad. La Iglesia era la creación del sacerdocio. Constituía el medio para el funcionamiento ordenado y eficiente del sacerdocio y para la predicación del evangelio al mundo. Durante la reunión en la cual fue organizada la Iglesia, José Smith recibió otra revelación en la que se le instruyó que se debería guardar un registro y que en él José Smith sería llamado "Vidente, traductor, profeta, apóstol de Jesucristo, élder de la Iglesia por la voluntad de Dios el Padre y la gracia de tu Señor Jesucristo". De esta manera se expuso la voluntad de Dios en cuanto a la organización de la Iglesia.
Pero esto iba a ser una realidad solo con el consentimiento y voto de los miembros de la Iglesia, pues el Señor dijo: "Se harán todas las cosas en la Iglesia de común acuerdo, con mucha oración y fe, porque recibiréis todas las cosas por la fe". Más adelante ordenó, "A ninguna persona se deberá conferir oficio alguno en esta iglesia, donde exista una rama de la misma debidamente organizada, sin el voto de dicha rama".
De esta manera los miembros aprendieron que Dios daría consejo y usaría la persuasión para guiar la Iglesia, pero que nunca haría uso de la fuerza. Además, el Señor esperaba que todos los oficiales de la Iglesia vivieran el mismo elevado principio moral. Poco después, Dios reveló las altas normas por medio de las cuales el sacerdocio gobernaría los asuntos de la Iglesia, José Smith cita la revelación de la siguiente manera: "Que los derechos del sacerdocio están inseparablemente unidos a los poderes del cielo, y que éstos no pueden ser gobernados ni manejados sino conforme a los principios de justicia.
"Cierto es que se nos confieren; pero cuando tratamos de cubrir nuestros pecados, o de gratificar nuestro orgullo, nuestra vana ambición, o de ejercer mando, dominio o compulsión sobre las almas de los hijos de los hombres, en cualquier grado de injusticia, he aquí, los cielos se retiran, el Espíritu del Señor es ofendido, y cuando se aparta, ¡se acabó el sacerdocio o autoridad de aquel hombre!
Ningún poder o influencia se puede ni se debe mantener, en virtud del sacerdocio, sino por persuasión, longanimidad, benignidad y mansedumbre, y por amor sincero". Casi todos los grandes movimientos religiosos han tenido comienzos humildes, pero ninguno como el que tuvo La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, cuando se realizó su organización en el humilde hogar de Peter Whitmer padre, al oeste de las orillas de la Ciudad de Nueva York en 1830.
Fundada por mandamiento divino, como "una roca cortada de la montaña no por obra de mano de hombre", ha rodado hasta tener ramas establecidas en cada estado de los Estados Unidos, en casi todas las naciones civilizadas de la tierra, y en las islas del mar. La lista de seis miembros ha crecido, y este movimiento se encuentra aún en su infancia.
"Nunca se tuvo la intención de que la vida fuese fácil, sino más bien un período de probación y desarrollo sembrado de dificultades, conflictos y pesares...
Sin embargo, si los analizamos, esos mismos problemas nos sirven para lograr desarrollo y progreso inconmensurables. El superar la adversidad da al ser humano fortaleza de carácter, le forja la confianza en sí mismo, le engendra el autorrespeto y le asegura el éxito en sus esfuerzos rectos."
"La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y este camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios. . .
En la obediencia hay gozo y paz sin defecto y sin mezcla; y en vista de que Dios ha proyectado nuestra felicidad, así como la felicidad de todas sus criaturas, El jamás ha instituido, jamás instituirá ordenanza o dará mandamiento alguno a su pueblo, que en su naturaleza no tenga por objeto adelantar esa felicidad que El ha proyectado, o que no resulte en la mayor bondad y gloria para aquellos que reciben su ley y ordenanzas"
Cuando el corazón es feliz, está repleto de luz y de gloria; no hay en él pesadumbre(DBY, 235).
El hombre es feliz cuando es diligente y justo(DBY, 235).
Hemos sido creados para disfrutar de todo lo que Dios disfruta, heredad todo lo que Él hereda, poseer todo lo que Él posee, toda la excelencia de la que Él ha sido dotado; Sus hijos someten a Él todas las cosas a fin de poder disfrutarlas con Él; estas consideraciones otorgan paz al corazón que está dispuesto a comprender(DBY, 237).
Hay una sola forma por la que los Santos de los Últimos Días pueden ser felices y consiste en simplemente vivir su religión, o en otras palabras, creer en cada parte del Evangelio de Jesucristo, obedecer con íntegro propósito de corazón el Evangelio de libertad, el cual en verdad nos hace libres. Si como una comunidad obedecemos la ley de Dios y cumplimos las ordenanzas de salvación, podremos entonces encontrar la felicidad que tanto anhelamos(DBY, 236).
Tal como con frecuencia lo he pensado y dicho, cuando el deber me lo exige soy feliz al salir de mi hogar y también al regresar, porque mi mayor gozo y consuelo es llevar a cabo lo que el Señor requiere de mí y lo que considero que es mi deber, no importa lo que el Señor me pida. Esta trayectoria nos da gozo y paz (DN, 6 de febrero, 1856, 4).
Es verdaderamente feliz el hombre, la mujer o la gente que disfruta de los privilegios del Evangelio del Hijo de Dios y sabe cómo apreciar sus bendiciones(DBY, 236).
Deseamos ver que cada rostro manifieste estar lleno de alegría y que todo ojo irradie la esperanza de la felicidad futura(DBY, 236).
Yo les digo, si quieren experimentar un gozo exquisito, háganse Santos de los Últimos Días y dedíquense a vivir la doctrina de Jesucristo(DNSW, 30 de junio, 1874, 1).
Soy de las que guardo papeles, papelitos, anotaciones, citas, todo aquello que me regalan o que me dan en momentos claves, cuando necesito leer algo que me abra la mente y me ayude a entender un poco más mi existencia acá en la tierra.
Revisando una caja con papeles que traje del Hospital Fernández, cuando estuve internada por el accidente, encontré una hoja sin título ni nada, pero que traía varios párrafos donde hablaba sobre la felicidad. Son citas de profetas modernos de la Iglesia; siempre viene bien leer para saber un poco más acerca de nuestro propósito en la tierra.
Así que en las entradas subsiguientes a esta, compartiré esto que llamé:
"Reflexiones sobre la felicidad."
¿Dónde está la felicidad, la verdadera felicidad? En ningún lugar sino en Dios. Al poseer el espíritu de nuestra santa religión somos felices por la mañana, felices al mediodía y felices por la tarde; porque el espíritu del amor y de la unión está en nosotros y nos regocijamos en el espíritu porque es de Dios, y nos regocijamos en Dios porque Él es quién nos da todas las cosas buenas. Todo Santo de los Últimos Días que haya experimentado el amor de Dios en su corazón después de haber recibido el bautismo y la imposición de manos, comprende que en sí mismo abunda el gozo, la felicidad y el consuelo. Podría, si fuese necesario, estar sufriendo, encontrarse en el error, en la pobreza o en la prisión, pero aún así se regocija. Ésta es nuestra experiencia y de ello pueden dar testimonio todos y cada uno de los Santos de los Últimos Días.(DBY, 236.)
¿Cómo se sienten ustedes, Santos de los Últimos Días, cuándo están llenos del poder y del amor de Dios? Se sienten tan felices como sus cuerpos se lo permitan.(MSS, 15:48)
El mundo entero anda en pos de la felicidad. No se encuentra en el oro ni en la plata, sino en la paz y el amor.(DBY, 235.)
¿Qué le causa gozo al hombre? Todo lo que le provoca la paz. (DBY, 235.)
Los habitantes de la tierra se equivocan al pensar que no es lo mejor para ellos tener que obedecer los mandamientos del cielo por temor a que les reduzcan sus comodidades y sus satisfacciones; porque no hay paz verdadera, no existe la felicidad verdadera en nada, tanto en el cielo como en la tierra, excepto para quienes sirvan al Señor. Encontramos el gozo y la felicidad en el servicio que a Él le brindamos, más no lo encontramos en ningún otro lugar. En dicho servicio hay paz y contentamiento, pero aunque su alma esté llena de gozo, de paz y de gloria, y se sienta perfectamente satisfecha con eso, muy poco puede una persona imaginar lo que está reservado para todos los que son fieles. (DNW, 15 de julio, 1857, 4).
La Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días
Nosotros, la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce Apóstoles de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, solemnemente proclamamos que el matrimonio entre el hombre y la mujer es ordenado por Dios y que la familia es la parte central del plan del Creador para el destino eterno de Sus hijos.
Todos los seres humanos, hombres y mujeres, son creados a la imagen de Dios. Cada uno es un amado hijo o hija espiritual de padres celestiales y, como tal, cada uno tiene una naturaleza y un destino divinos. El ser hombre o mujer es una característica esencial de la identidad y el propósito eternos de los seres humanos en la vida premortal, mortal y eterna.
En la vida premortal, los hijos y las hijas espirituales de Dios lo conocieron y lo adoraron como su Padre Eterno, y aceptaron Su plan por el cual obtendrían un cuerpo físico y ganarían experiencias terrenales para progresar hacia la perfección y finalmente cumplir su destino divino como herederos de la vida eterna. El plan divino de felicidad permite que las relaciones familiares se perpetúen más allá del sepulcro. Las ordenanzas y los convenios sagrados disponibles en los santos templos permiten que las personas regresen a la presencia de Dios y que las familias sean unidas eternamente.
El primer mandamiento que Dios les dio a Adán y a Eva tenía que ver con el potencial que, como esposo y esposa, tenían de ser padres. Declaramos que el mandamiento que Dios dio a Sus hijos de multiplicarse y henchir la tierra permanece inalterable. También declaramos que Dios ha mandado que los sagrados poderes de la procreación se deben utilizar sólo entre el hombre y la mujer legítimamente casados, como esposo y esposa.
Declaramos que la forma por medio de la cual se crea la vida mortal fue establecida por decreto divino. Afirmamos la santidad de la vida y su importancia en el plan eterno de Dios.
El esposo y la esposa tienen la solemne responsabilidad de amarse y cuidarse el uno al otro, y también a sus hijos. "He aquí, herencia de Jehová son los hijos" (Salmos 127:3) Los padres tienen la responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, de enseñarles a amarse y a servirse el uno al otro, de guardar los mandamientos de Dios y de ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan. Los esposos y las esposas, madres y padres, serán responsables ante Dios del cumplimiento de estas obligaciones.
La familia es ordenada por Dios. El matrimonio entre el hombre y la mujer es esencial para Su plan eterno. Los hijos tienen el derecho de nacer dentro de los lazos del matrimonio, y de ser criados por un padre y una madre que honran sus promesas matrimoniales con fidelidad completa. Hay más posibilidades de lograr la felicidad en la vida familiar cuando se basa en las enseñanzas del Señor Jesucristo. Los matrimonios y las familias que logran tener éxito se establecen y mantienen sobre los principios de la fe, la oración, el arrepentimiento, el perdón, el respeto, el amor, la compasión, el trabajo y las actividades recreativas edificantes. Por designio divino, el padre debe presidir sobre la familia con amor y rectitud y tiene la responsabilidad de protegerla y de proveerle las cosas necesarias de la vida. La responsabilidad primordial de la madre es criar a los hijos. En estas responsabilidades sagradas, el padre y la madre, como iguales, están obligados a ayudarse mutuamente. Las incapacidades físicas, la muerte u otras circunstancias pueden requerir una adaptación individual. Otros familiares deben ayudar cuando sea necesario.
Advertimos a las personas que violan los convenios de castidad, que abusan de su cónyuge o de sus hijos, o que no cumplen con sus responsabilidades familiares, que un día deberán responder ante Dios. Aún más, advertimos que la desintegración de la familia traerá sobre el individuo, las comunidades y las naciones las calamidades predichas por los profetas antiguos y modernos.
Hacemos un llamado a los ciudadanos responsables y a los representantes de los gobiernos de todo el mundo a fin de que ayuden a promover medidas destinadas a fortalecer la familia y mantenerla como base fundamental de la sociedad.
El presidente Gordon B. Hinckley leyó esta proclamación como parte de su mensaje en la Reunión General de la Sociedad de Socorro, el 23 de septiembre de 1995, en Salt Lake City, Utah, E.U.A.